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Cuando tú eres tu propio límite

No hay límite más difícil que superar que el que nos ponemos a nosotros mismos. No es el contexto (la falta de tiempo, el tipo de jefe, ni siquiera la falta de recursos) el que nos frena al iniciar un cambio o acometer una innovación, son nuestras propias ideas las que boicotean nuestros propios sueños. Gran parte de nuestras limitaciones están en nosotros mismos.

Si creemos que al delegar perdemos poder y que eso nos perjudica, no delegaremos por muchas técnicas de delegación que conozcamos. Somos capaces de aprendernos de memoria recetas sobre cómo liderar o cómo comunicar para después no ponerlas nunca en practica.

¿Qué está sucediendo en estos casos?

Podría ser que el entorno dificulte su aplicación, pero la principal limitación está en los propios protagonistas. Pensar que delegar nos quita poder está sólo en nuestra mente, aunque sea algo que estemos viviendo como si fuese un hecho inamovible. Una persona logra mejorar notoriamente sus resultados cuando cambia sus acciones y comportamientos. Unos cambios que, además, serán sostenible cuando la persona modifique también su forma de interpretarse a sí mismo, a su rol, a su empresa y a los demás. No se trata de lo que nos pasa y de por qué nos pasa, sino de cómo lo vivimos y de lo que hacemos con ello.

El coaching ayuda a que las personas nos veamos a cierta distancia para identificar efectivamente si el límite está dentro o fuera de nosotros, si se trata realmente de una barrera externa o interna. Desde ahí, el coaching, como cada vez se va sabiendo más, no propone soluciones, sino que al mostrar las diferentes alternativas y posibilidades de acción, nos brinda la mágica opción de elegir.

¿Cuál dirías tú que está siendo tu límite?, ¿es una barrera externa o es una creencia interna?

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